Jehová hace un llamado a salir de Babilonia, del orgullo y la rebelión. Cuando Abram, Sarai y Lot salieron de Ur de los caldeos, se dirigieron a Canaán y se establecieron cerca del área de Siquem. La historia de la separación entre Abram (más tarde conocido como Abraham) y Lot, su sobrino, es un relato bíblico que nos ofrece valiosas lecciones sobre las decisiones que tomamos y sus posibles repercusiones. Este episodio se encuentra en el libro del Génesis y refleja no solo la dinámica familiar de la época, sino también la importancia de elegir sabiamente nuestras asociaciones y territorios.
Abram, un hombre justo y fiel a Dios, había llevado a Lot consigo desde Ur de los Caldeos, donde ambos habían acumulado riquezas y ganado. Sin embargo, a medida que sus posesiones aumentaban, también lo hacían los conflictos entre sus pastores, lo que llevó a una tensión inevitable en su relación. Consciente de la situación, Abram propuso a Lot que se separaran para evitar disputas y permitir que cada uno pudiera prosperar en un territorio distinto. Esta propuesta reflejó la generosidad y visión de Abram, quien priorizaba la paz sobre el egoísmo.
"Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que esta en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová (Génesis 13:18) En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: "A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates; la tierra de los ceneos, los cenezcos, los cadmoneos, los heteos, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos." (Génesis 15:18-21)
Sin embargo, Lot tomó una decisión apresurada y poco reflexionada al elegir la región de Sodoma y Gomorra, conocidas por su riqueza y fertilidad pero también por su corrupción moral. En lugar de buscar un terreno que le permitiera mantener una vida justa y equilibrada, Lot se dejó seducir por las apariencias y las promesas de prosperidad material. Esta elección no fue solo un error estratégico; también tuvo profundas implicaciones éticas y espirituales.
Las consecuencias de la decisión de Lot fueron devastadoras. Aunque inicialmente prosperó en Sodoma, pronto se vio envuelto en la decadencia moral de la ciudad. La historia culmina con la destrucción de Sodoma y Gomorra, de la cual Lot y su familia logran escapar de manera trágica, pero no sin perder a su esposa, quien miró atrás y se convirtió en estatua de sal. Además, las hijas de Lot, que creyeron que eran las últimas de su linaje, cometen un incesto con él, lo que da origen a las naciones de Moab y Amón, históricamente enemigas de Israel.
En conclusión, la separación de Abram y Lot es un recordatorio poderoso de cómo las decisiones impulsivas pueden llevar a resultados indeseados. La búsqueda de lo material por encima de la integridad y la ética puede tener ramificaciones duraderas para uno mismo y su descendencia. La historia de Lot sirve así como un valioso ejemplo sobre la importancia de la sabiduría y la rectitud en nuestras elecciones, advirtiéndonos sobre las tentaciones que pueden surgir en nuestro camino.
El monte Gerizim es sin duda el monte al que se refería la mujer samaritana del pozo cuando habló con Jesús en Juan 4:20. Es el lugar donde Jesús se reveló a la mujer samaritana, una verdadera adoradora, como el Mesías tan esperado. Sin embargo, Jesús le aclaró a la mujer samaritana que las montañas y la ubicación no eran importantes porque Dios quería adoradores que adoraran en espíritu y en verdad sin importar su ubicación (Juan 4:21-24). Los del monte Gerizim debían gritar "¡Amén!" cuando se pronunciaran las bendiciones que seguirían si se obedecía la Ley.
El Monte Ebal era el monte de la maldición y el Monte Gerizim era el monte de la bendición, según el libro bíblico de Deuteronomio, donde los israelitas debían pronunciar bendiciones sobre el Gerizim y maldiciones sobre el Ebal al entrar en la tierra prometida. Las maldiciones en el Ebal eran por la desobediencia a los mandamientos de Dios, mientras que las bendiciones en el Gerizim eran por la obediencia.
Después de la victoria de Israel en Hai, Josué cumplió las instrucciones de Moisés y edificó un altar a Jehová en el monte Ebal. Escribió sobre piedras (quizás las del mismo altar, aunque no necesariamente) “una copia de la ley de Moisés que él había escrito delante de los hijos de Israel”. Más tarde, enfrente de la congregación de Israel (con sus residentes forasteros) reunida como Moisés había mandado, Josué “leyó en voz alta todas las palabras de la ley, la bendición y la invocación de mal, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley”. La mitad de la congregación estaba de pie frente al monte Ebal y la otra mitad frente al monte Guerizim, y el arca del pacto y los levitas se encontraban entre los dos grupos. (Jos 8:30-35.) Las laderas del monte Ebal y del monte Guerizim proveyeron una acústica excelente para la ocasión. Es digno de mención que todos estos sucesos tuvieron lugar en las proximidades del centro geográfico de la Tierra de Promisión, cerca de donde Jehová había prometido esta tierra a Abrám (Abrahán), el antepasado de Israel. (Gé 12:6,7.)
Históricamente, Moisés instruyó a los israelitas para que, al ingresar a la Tierra Prometida, realizaran una ceremonia en la que se pronunciarían las bendiciones desde el Monte Gerizim y las maldiciones desde el Monte Ebal. Esta acción simbolizaba la importancia de las elecciones morales y espirituales que debía hacer la comunidad. El Monte Gerizim, conocido como el monte de las bendiciones, representaba la obediencia a la ley divina, mientras que el Monte Ebal, el monte de las maldiciones, advertía sobre las consecuencias de la desobediencia.
Espiritualmente, este acontecimiento subraya una enseñanza fundamental de la teología bíblica: las decisiones humanas tienen repercusiones frente a la soberanía divina. Las instrucciones otorgadas por Dios a través de Moisés enfatizan que seguir Sus mandamientos trae consigo una vida de prosperidad y comunión con Él, mientras que el rechazo de tales mandamientos conlleva a un distanciamiento y, eventualmente, a juicios divinos.
Las montañas también reflejan el trasfondo cultural y religioso del pueblo israelita. Gerizim se convirtió en un centro de adoración para los samaritanos, quienes consideraban que el lugar era más sagrado que Jerusalén. En cambio, Ebal fue visto como un símbolo de juicio. Tal dualidad refleja cómo las decisiones del pueblo no solo afectaron su relación con Dios, sino también su identidad cultural y religiosa.
Asimismo, la narrativa de los dos montes se extiende más allá del contexto histórico; se convierte en un alegato atemporal sobre la responsabilidad individual y colectiva. Las enseñanzas de este pasaje de Deuteronomio son un recordatorio de que nuestras elecciones diarias pueden influir en nuestro bienestar espiritual y material.
En conclusión, el Monte Gerizim y el Monte Ebal no solo son características geográficas, sino que representan una profunda lección espiritual sobre la bendición y la maldición según nuestras decisiones. Al reflexionar sobre estos montes, se nos invita a considerar la importancia de vivir en obediencia a la voluntad de Dios, reconociendo así que nuestras acciones tienen un impacto duradero en nuestra relación con lo divino.