La fe del centurión, narrada en Mateo 8:5-13 y Lucas 7:1-10, es un ejemplo notable de fe en Jesús. Un centurión romano, al enterarse de que Jesús estaba en Capernaúm, envió a unos ancianos judíos a pedirle que sanara a su siervo, quien estaba paralítico y sufriendo mucho. El centurión no se consideraba digno de que Jesús entrara en su casa, y creía que con solo una palabra, Jesús podría sanar a su siervo. Jesús, maravillado por la fe del centurión, reconoció que no había encontrado tanta fe ni siquiera en Israel. Jesús, entonces, le dijo al centurión: "Ve, y como creíste, te sea hecho" y el siervo fue sanado en esa misma hora.
Al concluir el Sermón del Monte, Jesús se dirige a la ciudad de Capernaúm. Allí es abordado por unos ancianos judíos enviados por un oficial romano, un centurión, para hacerle un importante pedido.
Uno de los siervos más queridos de este oficial está gravemente enfermo, sufriendo parálisis y al borde de la muerte. Aunque el centurión no pertenece al pueblo judío, busca la ayuda de Jesús. Los ancianos interceden ante él y destacan las virtudes del hombre, explicando que ama a la nación judía y que incluso les construyó una sinagoga.
El centurión, consciente de las costumbres judías que limitan el trato con personas de otras naciones, probablemente manda este mensaje por respeto. Con fe y confianza absolutas, pide que Jesús simplemente dé la orden y asegura que esto será suficiente para curar a su siervo.
Al oír estas palabras, Jesús queda asombrado y declara que no ha encontrado una fe tan grande ni en Israel. Al regresar los amigos del centurión, confirman que el siervo ha sido sanado.
Jesús aprovecha esta situación para destacar que personas no judías recibirán grandes bendiciones por su fe, afirmando que muchos del este y oeste estarán en el Reino de los cielos con Abrahán, Isaac y Jacob. Sin embargo, advierte que los judíos sin fe serán rechazados y enfrentarán oscuridad y sufrimiento. Dios ofreció a los judíos ser parte del Reino junto a Cristo, pero quienes rechacen esta oportunidad serán apartados, mientras que creyentes de otras naciones tendrán su lugar en el Reino.
Cuando los ancianos llegaron ante Jesús, le imploraron con insistencia: "Este hombre merece tu ayuda, porque ama a nuestro pueblo y fue él quien construyó la sinagoga para nosotros." Jesús accedió a ir con ellos, pero antes de llegar a la casa, el centurión envió a unos amigos con un mensaje: "Señor, no te tomes la molestia de venir, porque no soy digno de que entres en mi casa.” Por eso ni siquiera me atreví a acercarme a ti personalmente. Basta con que digas una palabra, y mi siervo quedará sano. Yo también estoy bajo autoridad y tengo soldados a mis órdenes. A uno le digo: ‘Ve’, y va; a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace." (Lucas 7:7-8)
La fe es una herramienta tremendamente poderosa que cada creyente necesita mostrar como parte de su experiencia de vida cristiana con el Señor. Es un fruto del Espíritu. A veces se presentan situaciones en el día a día, y solemos escuchar frases como: “no lo voy a lograr”; “que mal me va”; “no se puede”. Y la pregunta que queda entonces es; ¿Dónde está la fe?
“Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.” (Mateo 8:13)
Llama a la atención 4 características en el Centurión que son determinantes y que nos sirven de lección:
El amor hacia su criado.
La humildad al rogarle a Jesús.
La visión al enfocarse en Jesús como única solución.
La confianza el creer en el poder sanador de Jesús.
Vivimos por fe, no por vista. (2 Corintios 5: 7)