Jesús estaba con sus discípulos en la última cena y les explicaba que su fin se acercaba, que debía regresar al Padre, y no estaría más con ellos físicamente. Como, es de esperar, ellos se asombraron y se entristecieron. Habían estado tres años y medio con Jesús, eran sus amigos, sus discípulos. Y ahora se tenían que despedir de Él… En ese momento de tristeza e incertidumbre, Jesús los anima:
El camino al Padre, al hogar del Padre Dios. Tal como un hijo sabe dónde viven sus padres terrenales. Jesús estaba animando a sus discípulos a cambiar la mirada de lo temporal a lo eterno. Hoy día nosotros recibimos el mismo llamado… caminar rumbo a una morada no transitoria, sino eterna (sin fin). Por lo cual Jesús es el camino, el único que nos puede guiar hasta Dios Padre por medio de Su muerte y Su resurrección. (Juan 8:12)
LA VERDAD…
En Jesucristo está revelada la verdad sobre cómo es Dios Padre. Al leer los Evangelios nos damos cuenta del gran amor que tuvo Dios para con la humanidad. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)
Cuánto le interesa nuestro bienestar físico (nuestra salud, por ejemplo) y, sobre todo, nuestro bienestar espiritual. El ministerio de Jesús consistió en sanar enfermos, liberar de pecados a hombre y mujeres, alimentar a los hambrientos tanto de manera física como espiritual, resucitar muertos, consolar a los afligidos… y todas esas acciones revelan claramente la verdad sobre el corazón de Dios y Su gran amor por nosotros. De una manera pura e incondicional.
“Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará” (Juan 8:32)
LA VIDA…
En Cristo encontramos la verdadera vida. Una con propósitos claros tanto para nuestros años sobre la tierra como para la eternidad. El diablo intenta quitarnos la paz, la salud. Su deseo es mantenernos desanimados y separados de Dios.
Le damos permiso para hacerlo cada vez que pecamos y elegimos rechazar a Dios. Sin embargo, con su vida Jesús nos mostró cómo vivir, qué prioridades tener, cómo actuar.
“Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (Juan 11:25)
Con Su resurrección, Jesús venció el poder de la muerte. Habiendo a la muerte por siempre vencido, a la diestra del Padre, Jesús se sentó. Gracias a él tenemos acceso a la vida que el Padre había deseado para nosotros desde el principio: una vida en amistad con Dios, disfrutando de su presencia por siempre.
Todo aquello que el entendimiento humano anhela saber, encuentra su respuesta en Cristo. Él es Creador de todo cuanto existe, por lo tanto, conoce perfectamente todas las cosas, y entiende su propósito y funcionamiento.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17)
En Cristo vivimos con esperanza; está en nosotros escoger si aceptaremos vivir cada día con Él, por la eternidad.
A través de Cristo Jesús podemos alcanzar la vida eterna. ¿Cómo puede ser esto posible? La realidad es que tan pronto Adán y Eva escogieron pecar, desobedeciendo a Dios; Él en Su infinito amor, comenzó a trazar el plan para nuestro perdón. Dios no nos quiso dejar separados de Él. ¡Todo lo contrario! Él tomó la iniciativa. Por esto, Jesús pudo declarar ser el único camino para llegar a Dios. También, es a través de Jesús que podemos conocer la verdad y recibir la vida eterna.
Juan 14:1-4
1 Timoteo 2:5