Imagina un tranvía desbocado y sin frenos que se dirige hacia cinco trabajadores que están en la vía izquierda. No puedes avisarles y tampoco puedes parar el tren, pero sí puedes accionar una palanca que lo desviará hacia otra vía. Sin embargo, adelante en la vía derecha, hay otro trabajador, pero está solo… ¿Debes jalar de la palanca? Para desviar el tren… ¿Qué harías tu?
El estudio reveló que el 99% jalaría la palanca al lado derecho, sacrificando a uno y salvando la vida de los otros cinco. Pero el dilema radica en si ese único trabajador, fuese un familiar: padre, madre, un hijo o un nieto; ¿Desviarías tú el tren para salvar a cinco desconocidos?
Este dilema no está fuera de la realidad, lo título Amor y Juicio: ¿El dilema de Dios...? Puesto que Dios cuando envió a Su Hijo al mundo, para salvarnos de nuestra condena a causa del pecado; tomo la posición de la persona que jalaría la palanca para desviar lo pronosticado (Romanos 6:23) y así sacrificar por amor a una humanidad que no le conocía; a Su Hijo unigénito. (Juan 3:16)
Nosotros vivimos constantemente tomando decisiones buenas o malas; y esas decisiones que tomemos van a traer consecuencias positivas o negativas. Te has preguntado hoy, ¿Cuál es la mejor decisión para mí?
El amor de Dios es incomprensible, no lo podemos entender plenamente. ¿Cómo es posible que Dios desee salvar a una humanidad rebelde? ¿Cómo es posible que Dios quiera redimir a aquellos que no merecen nada excepto la condenación? Pero el amor de Dios supera el obstáculo del pecado. Podemos decir que el pecado es algo grande, pero más grande es el amor de Dios. El pecado destruye, pero el amor de Dios construye. El pecado deshumaniza, pero el amor de Dios nos hace verdaderos seres humanos. El pecado mata, pero Dios da vida. ¡Cuán grande es el amor de Dios!
Muchas personas dejan que las cosas pasen como tienen que pasar, es la naturaleza…y no toman acción, no hacen nada. Otras, sin embargo, toman acción de la situación y cambian la naturaleza que le esta pronosticada y se arriesgan muchas veces por un mejor futuro.
Jesús no solo es el Salvador si no también Amigo de los que le reciben como Salvador del pecado. Siendo Jesús el Gran Regalo del Padre, producto de su Gran Amor por la humanidad, es con Él con quien podemos contar para todo. El no solo nos salva, Él se une a nosotros. Él mora dentro de nosotros por el Espíritu Santo. Con El podemos conversar. Pero conversar no solo con alguien que me escucha sino con alguien que me entiende como nadie puede en este mundo. Con alguien que es compasivo como ninguna persona. Con Él puedo contar para todo problema, decisión, temor, ansiedad, necesidad. Su gracia, su amor, su fortaleza es conocida por todo creyente. Entonces, ven a Él. Conviértete de tus pecados a Él. Renuncia a tu vida antigua de pecado e incredulidad y cree en el evangelio. Solo así tendrás perdón y vida eterna. El amor de Dios es tan grande que no hay pecado tan grande que Él no pueda perdonar. Pero no hay perdón sin fe ni arrepentimiento. Ven a Él y hallarás la vida y vida eterna.
Dios no pudo aceptar la presencia del pecado en Su universo. Cuando Adán y Eva pecaron, se vio en un dilema. Él mismo había determinado que los pecadores no deberían ser perdonados. Todos los pecadores tenían que pagar con sus vidas porque estaban profanando la Creación: “…Porque la paga del pecado es muerte…” (Romanos 6.23)
Por otro lado, Dios no quería destruir Su Creación, la cual tanto amaba. Su carácter recto sintió que debería aplicarse la justicia, Su corazón misericordioso, sin embargo, trazó un plan para prevenir que la humanidad se perdiese para siempre: “… Aunque Cristo no tenía ningún pecado, Dios lo hizo cargar con los nuestros para que por medio de Él fuéramos la evidencia de que Dios está dispuesto a dar su aprobación a los seres humanos.” (2 Corintios 5:21)
Sólo una fuerza muy poderosa más fuerte que la muerte pudo anular esa declaración: el amor de Dios. Por lo tanto, movido por este amor infinito, creó una solución para rescatar a la humanidad: “…anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,” (Colosenses 2:14)