Cada vida es verdaderamente un regalo de Dios. ¿Cuál es el mejor regalo que usted ha recibido? Un regalo no tiene que ser caro para ser valioso. Al fin y al cabo, su verdadera importancia no siempre depende de cuánto haya costado. Más bien, es valioso para usted si lo hace feliz o si llena una verdadera necesidad en su vida.
Aunque la humanidad cayó en pecado de desobediencia y somos incapaces de obtener la vida eterna por nosotros mismo. Como criatura y obra de Sus manos, representamos para Dios la obra más elevada y grandiosa; porque nos hizo a Su imagen y semejanza.
“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27)
En pocas palabras, el rescate es el medio que Dios emplea para liberar, o salvar, del pecado y la muerte a la humanidad (Efesios 1:7). La clave para entender esta enseñanza bíblica está en lo que sucedió en el jardín del Edén. Solo si comprendemos qué fue lo que Adán perdió al pecar, nos haremos una idea del gran valor que tiene para nosotros el rescate de Jesús
“Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado,”—(Colosenses 1:13)
Debemos decirle al Señor Jesús que tenga misericordia de nosotros como dijo este ciego a Jesús en Lucas 18:35-42 “Y le informaron que pasaba Jesús de Nazaret. Entonces gritó, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí! Y los que iban delante lo reprendían para que se callara; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!… ¿Qué deseas que haga por ti? Y él dijo: Señor, que reciba la vista. Jesús le dijo: Recíbela, TU FE TE HA SALVADO.
Hoy día, de igual manera, el Señor Jesús nos está preguntando ¿Qué quieres que haga por ti? ...Necesitamos que Cristo nos ilumine; que Su Palabra sea luz en nuestras vidas, para que, así como dijo el ciego de Jericó “que pueda ver” podamos nosotros mirar en medio de las tinieblas.
“Sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo…” (1 Pedro 18-19)
De los muchos obsequios que pudieran hacerle, hay uno que supera grandemente a todos los demás. Es un regalo de Dios para la humanidad. Es cierto que el Señor nos ha dado muchas cosas, pero la más importante es el rescate: el sacrificio de Su Hijo, Jesucristo (Mateo 20:28).
Como humanidad, el Señor nos está llamando al arrepentimiento, buscarle mientras haya vida y esperanza; esto implica que pueda ser el día de salvación para ti, ¡Hoy! Nunca podrás afirmar “esto es glorioso” sin antes haber tomado una decisión acerca de la cual pensaste “esto es una auténtica locura” Si lo que sueñas está al final del precipicio, el paracaídas nunca abrirá antes de que te lances. Pero si lo haces, serás una de esas personas que con deleite podrán afirmar…Para el que cree todo es posible. El ciego de Jericó era ciego de nacimiento, pero el confió que Jesús le sanaría, y así fue. Jesús le dijo: Recibe la vista. ¡Tu fe te ha salvado!
El Señor está llamando a toda la humanidad al arrepentimiento. El hacer un cambio en su vida, que hoy pueda ser el día de salvación para ti y tu familia.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” – (Apocalipsis 3:20)
Por lo cual, estamos llamados a ser Sus hijos; libres del pecado, por medio de la sangre de Su amado Hijo Jesucristo que con Su sacrificio nos justifica en Su preciosa sangre. Este fue el plan divino de Dios para toda la humanidad por medio de su amado Hijo Jesucristo. El pecado nos separa de Dios, es tu decisión acercarte o no a él. Dios tiene misericordia, solo desea que tu estes dispuesto a valorar la vida que Él te otorgó con su redención.
“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.” (Tito 3:4-5)