Jesús empezó a predicar diciendo…“Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17) Hace más de 2000 años que Jesús estuvo en la tierra y aunque no estábamos en ese tiempo junto con Él; Dios es justo y nos abrazó con la gran bendición que se recibe únicamente por medio de Jesucristo.
Jesús vino para salvarnos y dar su vida; por cada uno de nosotros, para cumplir con la voluntad de Su Padre. El apóstol Juan nos dice: “Porque de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito para que todo aquel que en el crea no se pierda mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)
La Escritura nos dice que Él es el que “muda los tiempos y las edades” (Daniel 2:21). Él es el que determinó un tiempo para todo. La Biblia dice que “todo tiene su tiempo” (Eclesiastés 3:1-4; 11). “Buscad al SEÑOR mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.” (Isaías 55:6) “En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano.” -- Proverbios 17:17
Estimado amigo si nuestro Dios ha dispuesto todo lo necesario para que recibas toda esa gran bendición como lo es la Vida Eterna. ¿Qué ha de hacer usted?
Jesucristo sufrió por darnos ese regalo de La Gracia, es probable que lo hayas leído en la Biblia o lo hayas visto a través de las películas; todo lo concerniente al sacrificio de Jesús en el monte Calvario. En el tiempo señalado por Dios se efectuó Su promesa de salvación por medio de Su Hijo Jesucristo; así mismo, se llevará a cabo el cumplimiento de Sus promesas en tu vida.
De la misma manera que Dios obró para que en Su tiempo se cumpliera el acontecimiento más importante en la historia de la humanidad, el cual es que su Hijo Unigénito naciera de una mujer virgen, viviera una vida sin pecado, muriera por los pecados de la humanidad y resucitará al tercer día, con el propósito eterno de salvar a todo aquel que creyera en Él (Juan 3:16). Así también obrará en Su tiempo en tu vida; para realizar los planes que tiene preparado para ti. “Dame hijo mío tu corazón y miren tus ojos por mis caminos.” (Proverbios 23:26)
El tiempo está cerca, las señales se están cumpliendo y el tiempo nuestro se está acortando con cada día que pasa… Al observar todo el mal en el mundo, todas las guerras, las enfermedades, los desastres naturales, los crímenes horribles y la cantidad de sufrimiento, podrías preguntarte por qué Jesús no vuelve ahora y lo soluciona todo.
El apóstol Pedro advierte que la gente se burlará de nosotros “Y dirá: ¿Qué hubo de esa promesa de su venida?” (2 Pedro 3:4) …Jesús nos dice que hay una muy buena razón para Su demora. La razón por la cual el Señor no ha venido aún es para darles más tiempo a las personas para arrepentirse.
Más bien, la demora proviene de Su paciencia: “El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos la entienden por tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9) ¡Su espera es por nosotros, porque nos ama!
“El tiempo de Dios es perfecto, y sus planes nunca fracasan.” (Lamentaciones 3:37)
El manejo del tiempo es importante debido a la brevedad de nuestras vidas. Nuestra trayectoria en esta tierra es significativamente más corta que lo que nos inclinamos a pensar.
Como David tan acertadamente señala, "Hazme saber, Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive" (Salmo 39:4-5).
El apóstol Santiago hace eco de esto: "Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece" (Santiago 4:14).
EL TIEMPO DEL REGRESO DE CRISTO JESUS ESTA CERCA…
Amado amigo, Jesús te ama y te espera con los brazos abiertos; no dejes pasar el tiempo, porque aquí en la tierra, el día de mañana no está asegurado para nadie. Dale lugar a Jesús en Tu vida ¡Hoy!
En el constante fluir del tiempo, muy a menudo nos encontramos atrapados en las rutinas diarias, en la vorágine de nuestras responsabilidades y anhelos. Sin embargo, hay un susurro persistente que nos invita a detenernos: el amor de Dios. Este amor, incondicional y eterno, es un faro luminoso que nos guía incluso en los momentos más oscuros de nuestra existencia.
El amor divino no sólo nos envuelve; nos llama. Nos llama a reconocer que, aunque estemos inmersos en el ajetreo cotidiano, hay algo mucho más grande que nosotros mismos. Este llamado es una invitación a abrir nuestras corazones y nuestras vidas a la trascendencia. En cada amanecer, en cada latido de nuestro corazón, se nos recuerda la fragilidad de nuestra existencia y la urgencia de responder a esa voz interior que nos dice: "Aquí estoy, Heme Aquí".
A menudo, dejamos que el miedo, la duda o incluso la apatía frenen nuestra respuesta. Pero pensar en el fin de nuestro transitar en esta tierra, en lo efímero de nuestra vida, debería impulsarnos a actuar. Cada día es un regalo que debemos valorar, y cada instante perdido es un momento que no regresará. Nuestro Dios nos ofrece no solo consuelo, sino también propósito y dirección en este viaje.
Atender a su llamado es un acto de valentía. Es decidir que, a pesar de nuestras imperfecciones y luchas, deseamos ser instrumentos de ese amor en un mundo que tan desesperadamente lo necesita. No dejemos que el tiempo se nos escape sin haber respondido a esa invitación divina. El tiempo que dedicamos a conocer a Dios, es un tesoro que merece ser compartido, vivido y celebrado, antes de que se apague la luz de nuestro paso por la tierra. Así, al final de nuestro camino, podamos mirar atrás y ver que, efectivamente, hemos respondido al llamado de aquel que nos ama sin medida.